De cómo un día fui a tomarme un café…

Y acabé recitando normas de seguridad

De cómo un día fui a tomarme un café…

Y acabé recitando normas de seguridad

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Después del éxito de «De cómo un día salimos a comer…. Y acabamos echándonos las manos a la cabeza» tenía que explicaros la maravillosa experiencia de irse a tomar un café en mi pellejo.

Soy bastante maniática y veo cosas que otros no ven, qué le vamos a hacer… Me gusta observar y es un entretenimiento barato que práctico desde pequeña.

Resulta que un domingo, uno de aquellos en los que te levantas vaga, decidí bajar a tomarme un café con mi familia. Debo advertir que todo el mundo pudo desayunar tranquilo menos yo, que nadie sufra por los míos que ya conocen mis manías.

Tuve la mala suerte de sentarme en la mesa que daba visión completa de lo que pasaba detrás de la barra, una barra con una apertura central para facilitar el flujo de camareros. Digo mala suerte porque es posible que desde otro ángulo no lo hubiera visto, aunque para qué engañarnos: habría visto otra cosa…

Allí sentada, familia dominguera en la mesa, vi que en el suelo en la apertura de la barra, había tres montoncitos de servilletas empapados en algún líquido para mi desconocido (¿café, refresco..?) Inmediatamente me quedé mirando a ver si alguien los recogía.

Pensé en por qué eran servilletas y no papel de cocina (una, mirando los costes siempre).

Pasaban los minutos y a mi me parecía que las probabilidades de ver a un camarero besando el suelo se multiplicaban.

Miré y miré hasta que no aguanté más y lo dije a mi familia. Sufrí viendo pasear a los camareros pasando y pisando.

Seguí mirando y no me atreví a decirles que debían recogerlo. Lo siento, pero no soy de ir diciéndole a la gente cómo debe hacer su trabajo (¡si me pagan se me pasan las manías y lo hago, eh!)

Seguí sufriendo… Se me atragantaba el café. No los esquivaban, los pisoteaban… Evidentemente con zapatos que de antideslizantes tenían poco…

Por el bien de la humanidad y con un tono alto para que me oyeran, mirando a los papeles dije: » Si no lo recogen al final se van a resbalar y se van a meter una h…»

Nadie me miró (yo no soy tan interesante como los montoncitos de papel empapados) pero automáticamente una camarera apareció con una escoba y un recogedor (sucios, muy sucios, sucísimos) y…

¡LOS EMPUJÓ 20CM A LA IZQUIERDA, DEJÁNDOLOS DONDE PENSABA QUE YO YA NO PODÍA VERLOS!

¡Alma cándida!, ¿cómo pudiste pensar que no iba a verlos?

¿Cuánto habría tardado en recogerlos y tirarlos a la basura? Parece una tontería pero si algún empleado se cae es un follón y una situación en la que sufren ambas partes: empleado y empresa.

¿No había ningún responsable que les advirtiera de que aquello iba en contra de cualquier norma de seguridad?

¿No les resonaba en la cabeza la voz de su madre llamándoles cochinos? (A mi me pasa)

¿Cuánto deben cobrar esos camareros para sentirse así de desligados de su trabajo?, ¿tendrán la motivación o el apoyo suficiente por parte de sus jefes?

Os lo cuento en tono de broma pero la seguridad en el trabajo es primordial, podrían haberse caído contra la barra, contra el suelo…

No podemos dejar que cosas así sucedan. Las leyes pueden establecer las formaciones indispensables para los empleados pero sin sentido común de poco sirve pasar por horas de formación.